Esta entrada va a ser distinta de las que hago habitualmente.
He
leído todas las novelas de Marta Rivera de la Cruz. Hay una que me
gustó mucho, y las otras me han gustado bastante, con algunos matices.
Es indudable que cuenta muy bien las historias y que algunas situaciones las clava.
Sin
embargo, este último libro que acaba de publicar “La vida después”, me
ha dejado como indiferente. Lo he terminado y me ha parecido
entretenido. Podría dar para un guión de Walt Disney si los
protagonistas fueran más “ejemplares”.
Si
se tratara de otro autor o autora no haría una entrada en el blog, pero
los que me conocen esperan que comente esta novela porque saben que la
voy a leer.
Algo ha cambiado en mi percepción respecto a la autora. ¿Cómo lo podría explicar?:
Hay
escritores del alma humana, que entran con su pluma, como un bisturí en el
interior de los personajes, diseccionando hasta lo más íntimo. Más que a
las personas, se ven en sus obras las aspiraciones, las luchas, las
grandezas y las miserias del género humano. Los clásicos rusos saben
mucho de esto.
Hay
escritores del carácter, que son capaces de dar a conocer muy bien a
los protagonistas de sus novelas, haciendo que el lector vea en ellos
casi amigos íntimos, e incluso se identifique con alguno hasta grados
increíbles. Por citar alguno, pienso en Sandor Marai, Wallace Stegner o Carmen Martín Gaite.
Y
hay escritores de los sentimientos, cuyos personajes pasan
superficialmente por encima de las situaciones. Sus pensamientos y decisiones están
motivados por lo que sienten en un momento. Son variables y vulnerables,
sin rumbo fijo ni puntos de apoyo. Cuando los sentimientos son negativos
suelen acabar en el suicidio o en la desesperanza. Si priman los
positivos, entonces las historias adolecen de un "buenismo" digno
de comedia americana. Actualmente hay muchos, podría citar a Anna Gavalda o David
Foenkinos.
Si
además la novela se mueve en lo socialmente correcto: con su dosis de
ecologismo, el homosexual delicado y sensible, su pacifismo, su "nos gustamos
pues nos acostamos", vive y deja vivir…, etc. es seguro que gustará a un porcentaje de
lectores, pero su lectura aporta bien poco.
Esto
es lo que me ha pasado con “La vida después”: He visto en ella una escritora de
sentimientos, capaz de fabricar historias bien hiladas, pero que
se quedan ahí, en la historia. Desearía que este calificativo se
aplicase sólo a la novela, pero no a la autora en sus próximas obras.
No voy a hablar sobre el argumento, lo podéis leer en cualquier parte. Sólo os digo que mi opinión es que no merece la pena.
Me ha parecido tan entretenido como superficial.