martes, 29 de marzo de 2016

A orillas del Duero


El título de este libro incluye un paréntesis aclaratorio: (diario de un idealista, 1970)
Y efectivamente, eso es esta pequeña novela de Luis Ramoneda.


Un delicioso libro de 200 páginas con letra grande, escrito en forma de diario por un adolescente que vive en Soria.
Para leerlo sin grandes expectativas, y disfrutar de los relatos sencillos y limpios de seis meses de la vida de un chico que está a punto de terminar el Bachillerato en el año 1970.
Hace sentir cierta nostalgia de vida libre, de familia unida, de ciudad pequeña y amistades que se van consolidando.

Colegio, casa, amigos, primer amor, sufrimiento, inquietudes intelectuales, serenidad espiritual, disfrutar de la naturaleza… Una prosa natural, que te va llevando sin estridencias.

Lo recomiendo para pasar unas horas agradables con su lectura, y porque siempre puede ayudar a reflexionar sobre las cosas bellas que no deberíamos arrebatar a nuestros jóvenes.

Aunque apenas han pasado cuarenta años desde el año 1970, la visión del protagonista contrasta mucho con la situación actual, en la que abundan los esclavos de esos nuevos tiranos digitales que, en forma de aparatitos móviles, lo abarcan todo exigiendo inmediatez  y castrando la reflexión. Dificultando así el crecimiento armónico de la mente y del espíritu.

Bienvenidos sean libros sencillos y agradables como éste.


jueves, 17 de marzo de 2016

Carthage. Una buena novela.


Acabo de leer una novela de las buenas. Dura por la temática, pero muy bien escrita.
Con personajes a los que acabas conociendo casi mejor que a ti mismo, por la amplitud y diversidad de situaciones en las que se van viendo sus pensamientos y reacciones.

Me la recomendó Suso, un amigo que además me envió la reseña que hizo tras leerla.
Está publicada en otro blog, pero no le importa que lo haga yo aquí también. Así que transcribo sus impresiones para que os animéis a leerla. Merece la pena.

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Hay muchas maneras de decir las cosas, pero solo una de ellas te hiere; y, quizá, precisamente a eso  le podríamos llamar Literatura. Carol Oates es una autora cruel, de trazo firme cuando de sufrir se trata. Ejercita la crueldad consigo misma, con sus personajes y con sus lectores, adictos letraheridos que buscan en sus libros una realidad sin maquillar, donde el sufrimiento se bebe a sorbos, como un vino caliente que nos cura de esa enfermedad llamada frivolidad

Y pensaréis: ¿leer para sufrir? Os cuento: Cressida Catherine Mayfield desaparece el 10 de julio de 2005 en la localidad de Carthage, Nueva York, tiene 19 años. Lo que se espera como un relato angustioso lleno de suspense –así lo vende la editorial, lógicamente preocupada por satisfacer al gran público devorador de un desfile de aconteceres intrigantes– se revela, en cambio, como un viaje al interior de los variados personajes de una familia que se desintegra tras la calamidad. No tiene nada que ver con la delicada chica de lazo rojo y cuidado cabello recogido que aparece en la portada: Cressida es fea y es muy consciente de ello. Cressida tiene problemas, su mundo la está ahogando.

Tras la desaparición salen a escena los actores principales: Zeno Mayfield, un padre comido por la ansiedad, “enfrentado con una apariencia personal que se desmorona” y desarmado de toda su seguridad mundana tras comprobar que ha perdido a su hija pequeña, que cualquier noche se te puede llevar a lo que más quieres; una madre resignada con el dolor que trae la vida, con el desgarro purificador de la desaparición; una hermana de corazón inestable, entre las aguas del dolor y de la amarga certeza de que su hermana pequeña llevaba la culpable fatalidad escrita en el alma (protagonista de un capítulo que consiste en retazos de conversación en los que solo se le oye a ella, en un alarde creativo de la autora); y el prometido de la hermana, el cabo Brett Kincaid, héroe de la guerra de Irak, principal sospechoso del enigmático caso.

La desaparición de la joven Cressida actúa como una lupa que amplifica los celos, los escasos equilibrios afectivos de un matrimonio que hace aguas y los detalles domésticos menos agradables que terminan por dar el golpe de gracia, pues “cualquier catástrofe no afecta solo a una persona, no hay una víctima única”.

La autora introduce, más allá de la búsqueda frenética de las primeras páginas, otros temas al hilo de la historia en sus distintos planos, como la angustia que llena las paredes de una cárcel de alta seguridad, con su corredor de la muerte y una cámara de ejecución, para nada un sitio bueno donde vivir y mucho menos donde morir. Con profundo conocimiento se adentra la novela en los problemas que acarrea la guerra en las mentes de los supuestos héroes, el destrozo y la rapiña moral, la guerra que pierden todos, incluidos los vencidos. “Ya no me siento joven. Creo que soy viejo en el fondo del corazón”, palabras de un excombatiente al que le pesan más las visiones horrendas de la guerra que las medallas concedidas a su heroísmo.

Se podría decir que uno de los protagonistas del libro es la enfermedad mental, no en su vertiente médica, sino humana o moral, como desvarío y espiral donde la culpa personal y el violento transcurrir de la vida, con sus picos y simas, se mezclan para abocarnos a la tragedia sin sentido o a la esperanza de asideros invisibles.

Ha sido uno de los mejores libros que he leído en 2015. Os lo recomiendo. Creo que el próximo que leeré de esta autora será "Qué fue de los Mulvaney". Ya os contaré. 

Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938) es una de las principales figuras de la literatura contemporánea estadounidense, galardonada con numerosos premios. Su nombre suena desde hace años para recibir el premio Nobel de Literatura. Es profesora de escritura creativa en la Universidad de Princeton.